Por ello, todo lo que un cuerpo enfermo busca es restablecer su equilibrio, porque el estado natural del cuerpo es la salud. Esto es también cierto para los cuerpos emocional y mental. Al considerar este punto de vista no tienes nada que perder y quizás encuentres en él la causa y la solución para tu mal. Te advierto que es muy posible que tu ego se resista a encontrar la solución, porque ello significará que te cuestiones y cambies tus creencias mentales.
¿Qué es el ego? El ego es la totalidad de tus recuerdos que, habiendo adquirido demasiada importancia con el paso de los años, terminan por volverse lo suficientemente poderosos como para invadir tu individualidad. Me explico: la forma en la que en su momento percibiste un acontecimiento fue registrada en tu memoria. Debido a que este suceso fue especialmente feliz o difícil de vivir, decidiste que era necesario no olvidarlo.
De este recuerdo sacaste una conclusión, que se convirtió en una creencia que busca evitarte un sufrimiento si el acontecimiento fue desafortunado, o repetirlo si el suceso fue motivo de dicha.
Es importante que seas consciente de que cuando creíste en algo fue porque estabas convencido de que esa creencia te ayudaría a ser más feliz.
Desafortunadamente, la gran mayoría de las creencias acumuladas desde tu infancia ya no te son útiles. Algunas pudieron haberlo sido, pero la mayoría ya no lo son.
El ego está constituido por cientos de creencias de las cuales debemos ser conscientes, o de lo contrario nos impedirán realizar nuestros deseos. Y éstos son esenciales para ayudarnos a manifestar nuestro YO SOY.
Esta es la razón principal de todos nuestros malestares y enfermedades: el enorme poder de nuestro ego. De hecho, cuando dejamos que dirija nuestra vida, y dejamos que esto nos impida ser lo que debemos ser, muchos de nuestros deseos se bloquean, y ello termina por bloquear la parte física del cuerpo que sería necesaria para manifestar o realizar tales deseos.
Te sugiero que estés especialmente alerta cuando tu malestar o tu enfermedad te parezcan solamente "físicos". Es muy tentador creer que la causa es solamente física. Como en el ser humano es imposible disociar los cuerpos físico, emocional y mental, te aconsejo que no te dejes influir otra vez por tu ego que requiere a toda costa que le eches la culpa a un factor externo. Te repito que la razón por la cual el ego rechaza la responsabilidad de las enfermedades es que la creencia (una parte del ego) causante del accidente, la indigestión, etc., está convencida de tener la razón y no quiere ser descubierta.
Las causas más comunes de la enfermedad son las actitudes y las emociones negativas, la culpabilidad, la búsqueda de atención y la utilización de la enfermedad para evitar una situación desagradable o para huir de ella.
También hay personas que se dejan influir fácilmente y sufren a menudo enfermedades causadas por las creencias populares, como por ejemplo que "una corriente de aire ocasiona un catarro". Estas personas atrapan fácilmente las enfermedades llamadas contagiosas.
Todo malestar te dice que te ames. ¿Cómo llegué a esa conclusión? Al amarnos dejamos que sea nuestro corazón quien dirija nuestra vida, no nuestro ego. Amarnos significa concedernos el derecho de vivir nuestras experiencias, y amar a los demás es concederles el derecho de vivir sus propias experiencias. Esto significa darte el derecho de ser humano, con tus miedos, tus creencias, tus límites, tus fuerzas, tus debilidades, tus deseos y tus aspiraciones; en fin, darte el derecho de ser como eres ahora. Y todo esto se debe hacer sin juicios morales de bueno o malo, correcto o incorrecto, viviéndolo solamente como una experiencia, con el conocimiento de que siempre habrá consecuencias, agradables o no, resultantes de las decisiones tomadas.
Cuando descubres la actitud mental que te bloquea hasta el punto de crearte un problema físico, debes pasar rápidamente a la etapa de la aceptación incondicional de lo que eres, antes de que tenga lugar en ti alguna transformación mental. Tu cuerpo físico se adaptará con gusto a esta transformación. Recuerda que él es sólo un reflejo de lo que sucede en tu interior.
Con frecuencia los pacientes me dicen que no comprenden por qué no sanan de un malestar o una enfermedad una vez que han comprendido su mensaje. No basta con comprender o aceptar una situación exterior o aceptar a otra persona. Lo más importante es la aceptación de uno mismo, es decir... perdonarnos.
Además, debo precisar que el hecho de que tú mismo encuentres la causa de tu malestar no quiere decir que no consultes al médico. Debes buscar ayuda física mientras realizas tu búsqueda interior en los niveles emocional, mental y espiritual. De hecho, es más fácil efectuar una investigación interior cuando no te molesta el dolor. Dejamos un mundo dominado por la mente para pasar a un mundo más espiritual, es decir, un mundo en el que SER debe retomar su lugar. Las personas que se rehúsan a aceptar esta transformación tendrán cada vez más dificultades para ser felices, para estar sanas y para afrontar la vida.
PARA PRECISAR MEJOR LA CAUSA DE TU PROBLEMA FÍSICO, HAZTE LAS SIGUIENTES PREGUNTAS:
BLOQUEO FÍSICO: "¿Qué adjetivos pueden describir mejor lo que siento en mi cuerpo?". Tu respuesta representará lo que sientes ante la persona o la situación que ha desencadenado el mal.
BLOQUEO EMOCIONAL: "¿Qué me impide realizar esta enfermedad?". Tus respuestas a esta pregunta representan al deseo o los deseos bloqueados. "¿A qué me obliga esta enfermedad?". Retoma esta respuesta (o respuestas) y agrega la palabra "no" al principio de cada uno de ellas. Estas frases representan tus deseos bloqueados.
BLOQUEO ESPIRITUAL: "Si me permitiera estos deseos, ¿qué sería?" (Utiliza los deseos encontrados en la etapa anterior). La respuesta a esta pregunta corresponde a una necesidad profunda de tu ser, bloqueada por alguna carencia.
BLOQUEO MENTAL: "Si en mi vida me permitiera ser... (Repite la respuesta de la pregunta anterior), ¿qué podría sucederme de desagradable o de no aceptable?". La respuesta a esta pregunta corresponde a la creencia no benéfica que bloquea tus deseos y te impide realizar tu necesidad, creando así el problema físico. Cuando conoces la creencia no benéfica o la manera de pensar que te impide ser lo que quieres, lo primero que debes hacer para transformarte es permitirte haber tenido la necesidad de creerla, estableciendo contacto con el niño que habita en ti y que la creyó después de haber experimentado un sufrimiento.
Después, pregúntate si todavía la necesitas realmente para ser feliz. Si la respuesta es afirmativa, ello es señal de que todavía te es útil. Tú eres quien gobierna tu vida, de modo que puedes seguir creyendo en ella, pero debes saber que, al actuar así, obtendrás los mismos resultados que han obtenido hasta ahora. No esperes ningún cambio.
Si estás convencido de que esta creencia todavía es cierta pero que el hecho de creerla no te hace feliz, verifica en tu interior si estás tan convencido de su veracidad como hace algunos años. Es muy probable que ahora lo creas mucho menos. Por lo tanto, estás en vías de sanar. Cuando en lo más profundo de ti sabes que no quieres seguir creyendo la misma cosa, no te queda más que realizar las acciones necesarias para manifestar tus deseos a fin de permitirte ser lo que quieres ser.
La curación verdadera, sólo puede realizarse en el momento en el que uno se perdona. El perdón tiene el poder de transformar no sólo nuestro amor hacia nosotros mismos, sino también el corazón y la sangre en nuestro cuerpo físico. Esta sangre nueva, reenergetizada por el influjo de este amor reencontrado, es como un bálsamo que circula por todo el cuerpo: a su paso transforma y rearmoniza las células.
Aun cuando intelectualmente te resulte difícil creerlo, ¿qué puedes perder con probar?
Estas son las etapas del perdón verdadero:
1) Identifica tus emociones (a menudo hay más de una). Toma consciencia de la acusación que te haces a ti mismo o que le haces a otro y de lo que ésta te hace sentir.
2) Asume tu responsabilidad. Ser responsable es reconocer que siempre tienes la opción de reaccionar con amor o con miedo. ¿De qué tienes miedo? Date cuenta también de que tienes miedo de que te acusen de tener miedo.
3) Acepta al otro y suéltate. Para lograr soltarte y aceptar al otro, ponte en su lugar y siente sus intenciones. Acepta la idea de que la otra persona se acusa y te acusa probablemente de la misma cosa que tú. Ella tiene el mismo miedo.
4) Perdónate. Esta es la etapa más importante del perdón. Para realizarla, date el derecho de haber tenido y de tener todavía miedo, creencias, debilidades y límites, que te hacen sufrir y actuar. Acéptate tal y como eres ahora, sabiendo que es temporal.
5) Ten el deseo de expresar el perdón. A modo de preparación para la etapa seis, imagínate con la persona adecuada en el acto de pedirle perdón por haberla juzgado, criticado o condenado. Estarás listo para hacerlo cuando la idea de compartir tu experiencia con dicha persona te suscite un sentimiento de alegría y de liberación.
6) Ve a ver a la persona en cuestión. Exprésale lo que has vivido y pídele perdón por haberla acusado o juzgado y por haber estado resentido con ella. Menciónale que la has perdonado sólo si te lo pregunta.
7) Haz el enlace con un cordón o una decisión ante uno de tus progenitores. Recuerda un acontecimiento similar que ocurriera en tu pasado con una persona que representase a la autoridad: padre, madre, abuelos, maestro, etc. Generalmente será del mismo sexo que la persona con la cual acabas de realizar el perdón. Vuelve a efectuar todas las etapas con esta persona (la figura de autoridad). Cuando la emoción sentida sea hacia ti mismo, realiza los pasos 1, 2, 4 y 7. Date el tiempo necesario para realizar el proceso del perdón.
En cada etapa puede pasar un día o un año. Lo importante es que tu deseo de lograrlo sea sincero. Cuando la herida es grande y profunda o el ego se resiste, puede tomar más tiempo. Si la etapa seis del proceso del perdón te resulta difícil, debes saber que es el ego el que se resiste. Cuando piensas: “¿Por qué ir a pedirle perdón por estar resentido con él cuando fue él quien me ofendió? ¡Tengo toda la razón del mundo para estar resentido!", es tu ego quien habla.
El deseo más grande de tu corazón es hacer la paz y sentir compasión por el otro. No te preocupes por la reacción del otro cuando vayas a pedirle perdón. Respeta su reacción y la tuya.
Nadie en el mundo puede saber lo que va a suceder. Si al otro le cuesta trabajo recibir tu petición de perdón, es que él mismo no puede perdonarse. Aunque tú lo hayas perdonado, no puedes hacerlo por él. Deberá lograrlo por sí mismo. No eres responsable de su reacción, sólo de la tuya. Por otro lado, el hecho de perdonarte a ti mismo es un hermoso ejemplo para ayudar al otro a que también lo consiga.
Recuerda que el hecho de perdonar a alguien no significa que estés de acuerdo con la ofensa, sino que estás en vías de decir que, con los ojos del corazón, has sido capaz de ver más allá de la ofensa, de ver lo que pasaba en el interior de la persona.
Gracias a este perdón podrás concederte más fácilmente el derecho de ser tú mismo, con tus sentimientos humanos.
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